En un mes tan avanzado como mayo, pasamos tres noches en el Balcón de Pineta sin que la meteorologÃa nos diera una oportunidad de intentar la Norte del Perdido. Niebla y nieve fue lo que nos regaló. Pero nos volvimos a casa contentos por la experiencia y las magnÃficas vistas desde los Astazous.
Cuando creÃa que la temporada 2007 de nieve ya habÃa finalizado, no en vano corrÃa el ya avanzado mes de mayo, entró un frente en la penÃnsula que dejó nieve en el Pirineo y avivó mis casi extintas ascuas de poder hacer aún alguna actividad de las consideradas "invernales".
Ese año, bastante regular en lo meteorológico, se me habÃan frustrado algunos objetivos alpinos y vi la puerta abierta cuando, a mediados de mayo, las informaciones que consulté hablaban de que aún era posible hacer la Norte del Monte Perdido en condiciones aceptables de hielo y nieve. No hizo falta planteármelo mucho. Bastó con que Carlos y Antonio se animaran a intentarlo y encontrar unas fechas adecuadas. Y qué mejores fechas que la fiesta de San Isidro que ese año caÃa estupendamente bien. Contando con que el 15 de mayo era martes, podÃamos coger libre el lunes para conseguir un puente de cuatro dÃas suficientes para intentar hacer la Norte con garantÃas e incluso tener un dÃa en la recámara.
De este modo, el sábado 12 mayo salimos por la mañana rumbo a los amados Pirineos en el coche de Carlos atiborrado de arriba a abajo. Las previsiones meteorológicas eran inciertas. En general parecÃan pintar bien pero no eran claras y, además, ya sabemos que en la montaña cualquier pronóstico hay que ponerlo en cuarentena.
El sábado por la tarde nos plantamos en el valle de Pineta con la idea de subir esa misma noche a dormir al Balcón. Una vez hechas las mochilas y repartido el equipo, nos dispusimos a acometer la larga aproximación, de fuerte desnivel, que hay que afrontar para alcanzar las campas superiores del Balcón donde se encuentra el Lago de Marboré. Con los armarios repletos a la espalda y las botas duras nos fuimos lentamente aproximando y ganando altura con las necesarias paradas para recuperar el resuello y contemplar el paisaje. A medida que ascendÃamos por la tortuosa senda, a nuestra espalda se iban abriendo las vistas espectaculares al valle de Pineta que Ãbamos dejando atrás. La combinación cromática era apabullante: el verde eléctrico de los bosques en el fondo del valle que trepaban por las laderas de las montañas, los tonos ocres y pardos de la roca donde los árboles ya no alcanzaban a crecer, las cumbres blancas de nieve aún fresca y finalmente el cielo azul que anunciaba un fin de semana prometedor.
A medida que ascendÃamos por las revueltas del camino y superábamos la aparentemente infranqueable muralla de roca desde la que se precipitan las cascadas, a nuestra derecha iban también asomando las cumbres que se elevan más allá de los llanos de Lalarri y que ardÃan tremendas a la luz del atardecer: La Munia a la izquierda, el Robiñera en el centro y el Chinipro a la derecha.
La Munia, Robiñera y Chinipro
Después de la larga aproximación llegamos al punto en el que el camino se veÃa asaltado por la nieve que bajaba de la amplia zona del embudo. Esta zona es particularmente peligrosa cuando hay riesgo de avalanchas pero no parecÃa que la nieve acumulada pudiera propiciar ningún tipo de alud. Con parsimonia fuimos subiendo por el embudo nevado hasta llegar al borde superior frente al que se abre de manera majestuosa la cara Norte del macizo del monte Perdido, con el Soum de Ramond, el Monte Perdido y el Cilindro de Marboré mirando ceñudos desde las alturas. Siempre te quedas con la boca abierta ante la visión del glaciar y de los seracs imponentes. Quizás por lo inhabitual que resulta encontrárselos en el Pirineo. ¡Lástima que sea de los pocos que quedan!
El Balcón de Pineta estaba totalmente cubierto de nieve y el Lago de Marboré helado e invisible. Los Astazous también estaban nevados. Sin duda era un buen mayo. La tarde declinaba y rápidamente aprovechamos para tirar las fotos de rigor con las últimas luces incendiando los tresmiles del otro lado del valle y buscamos un emplazamiento para colocar la tienda. Se notaba que por el Balcón, y posiblemente en Tucarroya, habÃa gente ese fin de semana. Un grupo de franceses se arremolinaban en torno a una tienda plantada en medio de la nieve. Montamos la nuestra utilizando bolsas llenas de nieve como anclajes y preparamos la merecida cena con los ojos puestos en la cara norte que seguÃa totalmente despejada asà como en el cielo. El corredor de entrada y el de salida de la vÃa se mostraban blancos por lo que confiábamos en encontrarlos en buenas condiciones a pesar de lo avanzado de la temporada. Cuando cayó la frÃa noche nos metimos en los sacos de pluma dentro de la tienda y pusimos el despertador para que sonara a las 5. Con el corazón acelerado y la faz brillante nos dormimos.
Está visto que no todo sale como se planea. Cuando apagamos los molestos despertadores el domingo de madrugada, saqué la cabeza por la cremallera de la tienda esperando ver un cielo oscuro cuajado de estrellas y la cara Norte del Perdido invitándonos a su ascenso, pero en cambio lo que me encontré fue una capa de nubes que formaba una niebla baja sobre el Balcón. La cara Norte estaba cubierta de nubes desde la cima hasta los seracs por debajo del primer glaciar. Contrariados debatimos sobre la mejor opción a elegir. Con esa niebla espesa en el glaciar podÃa ser un riesgo meterse y además estaba garantizado que no Ãbamos a ver nada. En el exterior se oÃa a gente moverse y un alpinista solitario se acercó con todo el equipo para comentarnos, mientras fumaba un cigarrillo, que no tenÃa muchas esperanzas de poder hacer la Norte pero que iba a intentarlo. En vista del panorama, decidimos esperar a ver cómo evolucionaban las cosas. Al cabo del tiempo regresó el alpinista anunciando que se habÃa acercado hasta la base del corredor de entrada y que tras algún intento habÃa decidido renunciar y que se bajaba a Pineta. Estaba claro que ese dÃa no iba a ser el nuestro. Menos mal que tenÃamos un dÃa extra y podrÃamos utilizarlo.
Frustrados por habernos encontrado semejante amanecer después del dÃa aceptable con el que habÃamos llegado al Balcón, optamos por aprovechar el tiempo subiendo a los Astazous que, a medida que avanzaba la jornada, iban despejándose de manera más evidente que el macizo del Perdido. Con lo justo a la espalda recorrimos las campas nevadas del Balcón hasta el collado entre ambos Astazous justo donde desemboca el corredor Swan que asciende desde la vertiente francesa. Unas huellas en la salida evidenciaban que alguien lo habÃa ascendido recientemente. Este año se nos escapaba vivo... Las vistas sobre Gavarnie eran demoledoras y a medida que el dÃa fue abriendo el horizonte fue alejándose hasta permitirnos contemplar el macizo del Vignemale y la multitud de cumbres francesas.
Astazou Oriental desde el Occidental
Remonto la espina dorsal del Astazou Occidental
Antonio y Carlos sobre el Astazou Occidental
Sin dificultades ascendimos al Astazou Oriental que mostraba una enorme cornisa de nieve venteada sobre el abismo y la niebla de nuevo nos recibió en su cumbre impidiendo que fotografiásemos el panorama. A continuación descendimos de nuevo hasta el collado de Swan para acometer la ascensión al Astazou Occidental. Este tramo, también sencillo, implicó alguna trepada en roca y algún paso aéreo sobre el abismo. En la cumbre el dÃa se despejó y pudimos contemplar en su esplendor la vertiente francesa y los verdes valles del fondo. En frente, el hoyo infernal de las cascadas de Gavarnie parecÃa querer tragarse todo el pirineo como un agujero negro o un sumidero descomunal. Desde el Taillón y la Brecha de Rolando hasta el Marboré se desplegaba toda la muralla gigantesca coronada de tresmiles que flanquea toda esa parte del macizo. Como siempre, me dejó sin aliento.
Abismo de Gavarnie desde los Astazous
Ilusionadamente miramos hacia la norte del Perdido, cuyo glaciar, desde esa perspectiva ahora parecÃa enorme, y sonreÃamos al comprobar que, pese a que los paños de nubes no se desgajaban de las cumbres, al menos si habÃan liberado de su sudario a la mayor parte de la vertiente. Quizás el dÃa siguiente, lunes, tendrÃamos más suerte.
Regresamos hacia la tienda comprobando que la mayorÃa de la gente habÃa desaparecido del Balcón. No en vano los madrileños tenÃamos puente pero no los montañeros de otras Comunidades. Cuando cayó la noche y nos acurrucamos en el calor emplumado de los sacos tras la cena, la tienda quedó como una pequeña isla oscura e insignificante en medio de ese mar blanco, helado y vacÃo.
A las 5 del lunes volvió a repetirse la experiencia. Durante la noche ya habÃamos oÃdo los copos caer sobre la tienda pero al sacar la cabeza fuera aún esperaba ver la Norte despejada y aguardándonos. Se confirmaba que la suerte no estaba de nuestro lado. No sólo toda la Norte era invisible engullida por la niebla, sino que sobre el Balcón estaba cayendo una copiosa capa de nieve. ¡Menudo mayo! Rápidamente nos dimos cuenta de la situación. Ya no se trataba de subir o no al Perdido, lo cual estaba descartado, sino que, si no salÃamos de allà pronto podÃamos quedarnos bloqueados sin posibilidad de bajar. La visibilidad se reducÃa a apenas unos metros y la ventisca agudizaba la nevada. Lo mejor serÃa salir urgentemente del Balcón y bajar a Pineta cuanto antes, pero la cantidad de nieve nos puso en alerta sobre el riesgo que podrÃa suponer meterse en esas condiciones en el embudo.
La nevada y la ventisca no nos dan tregua
Tras deliberar, teniendo en cuenta que tenÃamos el martes disponible, optamos por escapar hasta el refugio de Tucarroya a la espera de ver cómo evolucionaba el temporal. Gracias al GPS conseguimos localizar sin problemas el corredor de ascenso al refugio, ya que el Lago de Marboré congelado era ilocalizable en medio de la ventisca. Tras superar el corredor llegamos al frÃo pero acogedor refugio donde nos sentimos a salvo. Como suponÃamos, éramos los únicos inquilinos del refugio y posiblemente de toda la zona. Tras ponernos ropa seca y acomodarnos conseguimos encender la estufa y alimentarla a base de leña y hacha. Aún asà la noche fue gélida. El refugio está en perfecto estado gracias a la labor del club francés que lo mantiene y es de agradecer que se respete por todos los montañeros que los visiten. Por nuestra parte contribuimos aportando una pequeña cantidad de euros en el buzón dispuesto al efecto.
A media tarde pareció abrirse el cielo y nos ofreció una vista portentosa sobre la cara norte del macizo del Perdido que pensamos nos daba una tregua, pero en poco tiempo volvió a cubrirse. La ventisca y la nevada volvÃan a arreciar. Estaba claro que tenÃamos que pasar allà la noche y, tras cenar, nos arrebujamos en los sacos disfrutando de la amplitud de las literas para nosotros solos. Me dormà con la incertidumbre y la inquietud de qué panorama nos encontrarÃamos a la mañana siguiente y cómo serÃa nuestro descenso al valle.
Cuando sonó el despertador en mi muñeca, salté del saco y me asomé al ventanuco de la puerta del refugio. Estaba helado y opaco. Tras quitar el hielo me encontré de frente con la Norte del Perdido totalmente visible y un cielo despejado y sin nubes. ¡A buenas horas! Al menos nos permitirÃa bajar sin problemas. Tras disfrutar de las vistas a ambos lados de la brecha de Tucarroya, bajamos con cuidado del refugio extasiándonos con el aspecto del Balcón. Totalmente cubierto de nieve, imitando un glaciar, y la vertiente norte del Perdido repleta de merengue como un inmenso pastel. Con la aguja clavada de no poder catarla pero disfrutando del espectáculo para nosotros solos, nos dispusimos a bajar por el embudo con todo el cuidado del mundo. Con respeto y la cuerda preparada, descendimos lo más pegados posible a la pared rocosa de la derecha atentos a cualquier indicio de avalancha. Hasta que no llegamos al camino no respiramos.
Una vez en tierra firme, con el equipo en la mochila y secándonos al sol, nos reÃmos de nuestras preocupaciones y emprendimos el camino de descenso hasta el valle de Pineta y el coche. Como suele pasar, cuando menos peligro aparente habÃa fue cuando más cerca estuve de hacerme daño. En plena bajada por el camino rocoso, en un momento de despiste contemplando unos sarrios, me tropecé con las botas y di una vuelta de campana. Afortunadamente aún llevaba el casco puesto y caà sobre el mochilón que evitó que me rompiera la espalda. Por suerte salà sólo con unas magulladuras. Nunca hay que bajar la guardia.
Una vez abajo, metimos todo en el coche y pusimos rumbo a Madrid porque se nos acababa el puente y las oportunidades de gozar de los Pirineos. A pesar de la frustración de no haber podido hacer la Norte del Perdido y de que la meteorologÃa nos habÃa tratado muy mal, estábamos satisfechos con la experiencia vivida y por haber podido gozar de unos dÃas en la montaña que tanto queremos y agradeciendo que nos hubiera permitido ser sus invitados por unos dÃas.