En abril de 2007, cuando ya pensaba que la temporada no daba para más, aprovechando unas nevadas previas, nos animamos a darle la última oportunidad a la Norte del Almanzor.
La temporada invernal 2007, por no decir primaveral, terminaba y se nos habÃa escapado viva la Norte del Almanzor ese año. El mes de abril ya no es época para muchas florituras sobre todo cuando los meses previos nos habÃan sido especialmente propicios. Poca nieve y poco frÃo. Si a eso sumamos que tampoco nos habÃan cuadrado mucho las fechas y planes ese invierno, pues el balance de actividades reseñables era más bien escaso.
Asà las cosas, sorpresivamente en abril entró un frente que trajo nieves tardÃas e inesperadas. Aunque sabÃamos que era previsible que las temperaturas subieran de manera contundente y que las condiciones no fueran las adecuadas, Antonio y yo nos decidimos a darnos a una vuelta por el circo de Gredos para ver si era posible escalar el Almanzor por su cara más hermosa. Coincidió que una pareja valenciana, amigos de Joserra, habÃa venido a Madrid con intención de subir el Almanzor, por lo que rápidamente organizamos el viaje los cinco en furgoneta hasta Hoyos del Espino. Los planes eran que Joserra y ellos subirÃan por la ruta normal de la Portilla de Crampón y Antonio y yo intentarÃamos la Norte.
Aspecto del Almanzor desde el Morezón
Dicho y hecho, el sábado 14 de abril estábamos el refugio Elola con más ilusión que esperanza. Ciertamente habÃa caÃdo nieve y la hoya glaciar estaba más tapizada de blanco que la última vez que la habÃamos visto en febrero de ese año. En aquella ocasión, acompañados de Carlos, nos encontramos más frÃo que nieve por lo que todo quedó en un intento. En esta ocasión sà parecÃa haber bastante más capa que entonces pero, como presumÃamos, las temperaturas, ayudadas por un magnÃfico sol de abril, tendÃan a dispararse. Aún asÃ, nos animamos a preguntar en el refugio por las condiciones de la Norte. Con los factores en juego, las previsiones no eran muy optimistas pero el guarda nos dijo que una cordada habÃa subido a escalar la Norte ese dÃa y que cuando regresaran podrÃan darnos datos de primera mano de cómo estaba la situación.
AlicaÃdos esperamos a que dicha cordada apareciera por el refugio y, cuando lo hizo, las noticias que traÃa, no por esperadas, fueron menos frustrantes. Efectivamente, las temperaturas eran altas y, aunque habÃa bastante nieve en el circo, la Norte estaba bastante escasa de nieve dura y de hielo. Por supuesto que inquirimos sobre el estado de la cascada del segundo largo, punto clave de la escalada, pero la historia no cambió: hielo escaso y mucha roca.
Con esas novedades, las posibilidades de poder hacer la Norte en condiciones en esa ocasión parecÃan escaparse volando sobre la serranÃa avulense. Aunque bien sabÃamos que en abril no podÃamos esperar encontrarnos una montaña como en enero o febrero (por lo menos en los últimos años) Ãntimamente conservábamos la ambición de que, de modo extraordinario y casi por arte de magia, el hielo hubiera brotado por todas las grietas, fisuras y placas y la facha más septentrional del Moro hubiera lucido esplendorosamente nÃvea y acristalada. Una vez a los pies de la montaña, y con la realidad inevitable ante nosotros, no pudimos menos que torcer el gesto y poner caras largas ante la última oportunidad que nos evadÃa esa temporada.
A pesar de todo, nos metimos en los sacos con el despertador programado para las 5 y con un ojo en las estrellas que tachonaban un cielo de tinta negra sobre el Elola. Al menos harÃa bueno... El bip-bip-bip de los despertadores nos pone en marcha. Domingo 15 de abril. En vestirnos, tragar unas galletas y cargarnos el equipo, ya preparado la noche anterior, no tardamos demasiado, pero siempre en esos momentos se nos escapan más minutos de los que nos gustarÃa. El refugio tiene bastante afluencia ese fin de semana. El lunes es fiesta en la Comunidad Valenciana y bastantes montañeros y alpinistas de esas tierras se han animado a acercarse a la zona centro para probar las montañas de Gredos. Aún asÃ, Antonio y yo sólo encontramos dos o tres cordadas deambulando por el refugio a esas horas.
Con la noche sobre nuestras cabezas echamos a andar, frontal en la frente, por las campas nevadas que, poco a poco, nos van elevando sobre la hoya de la Laguna Grande hacÃa la desembocadura de la canalona que baja de la Portilla Bermeja. Inmediatamente nos damos cuenta de que la temperatura es excesivamente alta para esas horas de la madrugada. Los torrentes de deshielo surgen por todos lados y se precipitan pendiente abajo entre nuestras botas. Pronto comienza a sobrar ropa: ¡se podrÃa ir tranquilamente en camiseta! Las perspectivas de encontrar una vÃa con unas mÃnimas condiciones tienden a evaporarse.
Paulatinamente vamos ganando altura sobre el circo y cuando la nieve dura empieza a aflorar bajo nuestros pies nos calzamos los crampones. Siguiendo la ruta normal al Almanzor, torcemos a la derecha para embocar la canal que baja de la Portilla del Crampón. A esa altura ya empieza a clarear y una cordada valenciana que nos sigue, de la que sólo percibÃamos las lucecitas de los frontales, ahora es perfectamente visible pisando nuestra huellas allá abajo. Parece que somos los primeros en la montaña ese domingo. Al fin una buena noticia.
Antes de llegar a la parte final de la canal nos desviamos a la derecha para salir sobre el zócalo del Almanzor y hacer la travesÃa que lleva a la cara norte. En esos momentos el sol emerge sobre la fina lÃnea de nubes violetas que enmarca el horizonte oriental e ilumina las cumbres nevadas. En unos pasos, tras flanquear sobre el inconmensurable circo glaciar, y una vez doblado el Diedro Esteras, estamos a pie de vÃa. A pesar de las negras previsiones, allà estamos, preparados para subir y ver qué nos encontramos más arriba. La duda de cómo se encontrará la cascada o de si ni siquiera existirá se mantiene sobre nuestros cascos, pero ya no es momento de echarse atrás. Hay que aprovechar las ocasiones y ante nosotros tenemos la última de escalar el Almanzor esa temporada.
Cuando no estamos equipando la cordada valenciana llega hasta nosotros. Nos saludamos cordialmente y compartimos té caliente, como debe ser entre compañeros de ilusiones y sueños. Sin más demora, Antonio encabeza el primer largo que lleva hasta la base de la cascada. Mete un fisurero como seguro y poco más tarde ya está montando la reunión en unas rocas. Allá voy yo de segundo. El largo es para disfrutar a tope. La nieve aún está dura a esa horas y los piolets se clavan hasta la cruz que es un gusto. Un pequeño resalte helado y me encaramo a la repisa donde Antonio me espera. Tras asegurarme miro hacia arriba y por fin puedo contemplar el estado de la cascada. Tan negro nos lo habÃamos pintado que, a pesar de todo, no nos parece tan mal. En absoluto es la cascada invernal que cubre todo el paño de roca en otras ocasiones. La roca asoma por todos lados y únicamente unas placas de hielo decoran el paso. Antonio y yo debatimos brevemente sobre si atacar directamente la cascada tal y como está o buscar el paso en roca por el espolón de la derecha. Esta opción no nos parece más sencilla y además queremos intentar hacer la vÃa completa. Armados de ganas nos decidimos por salvar el resalte de mixto y a ver qué pasa.
Aunque en el orden lógico deberÃa haber sido yo quien encabezara ese largo, le dejo a Antonio los trastos de matar y le aseguro desde la reunión. No me encuentro especialmente inspirado y no es cuestión de atascarse. La cordada valenciana de tres llega en esos momentos al final del primer largo y, respetando nuestra reunión, montan la suya en unas rocas a la izquierda. Antonio encara la cascada y se pelea a brazo partido con la fina capa de hielo. Arañando la roca con los crampones y tirando de los piolets consigue poco a poco izarse sobre el resalte. Las posibilidades de meter un seguro fiable no parecen muchas pero consigue encajar un empotrador y salir sobre la repisa nevada que hay encima de la cascada. En esos momentos dejo de verle, pero lo peor ha pasado ¡Bravo, Antonio! Al cabo de un tiempo, cuando Antonio ha cruzado el nevero superior e instalado la reunión, lo cual me corrobora por los habituales tirones de cuerdas, me preparo yo para escalar el segundo largo. Es mi turno, allá voy.
Desde la reunión el paso parecÃa menos complicado, pero una vez metido en faena constato que un tramo de mixto no tiene nada que ver con un perfecto resalte en hielo. Aún asÃ, más que escalando en hielo, consigo ascender apoyándome sobre las regletas con la punta de los crampones y gancheando con los piolets los resaltes rocosos. En algún punto puedo incluso clavarlos fiablemente. Con la tranquilidad subconsciente de ir de segundo estoy disfrutando Ãntimamente del tramo. Paradójicamente lo que más me cuesta es sacar el fisurero que habÃa metido Antonio. Desde luego estaba a prueba de bombas. Enganchando los dos piolets en la repisa superior y tirando con fuerza de antebrazos, ayudado por las puntas de los crampones sobre el escaso hielo, consigo superar la cascada y salir sobre el empinado nevero que se abre en mitad de la cara Norte del Almanzor.
Allà me saluda Antonio con júbilo sabiendo que hemos superado el paso clave y que lo demás deberÃa ser coser y cantar. Me aproximo junto a él a la reunión y esta vez encabezo yo el tercer largo. Éste discurre por una estrecha canal a la izquierda que en unos metros llega a una bifurcación. El ramal derecho de la goulotte es el que conduce a la brecha cimera de la montaña. Como esperaba, dada la temperatura y la horas, la nieve en ese tramo está bastante blanda y, ayudado por la huella de dÃas anteriores, puedo ascender con total tranquilidad sin ni siquiera tener que meter seguros. Me hubiera gustado encontrar este tramo más helado y con unas condiciones más "divertidas" pero tal y como estaba el panorama no me puedo quejar. Las cuerdas de 60 metros no dan para llegar hasta la brecha por lo que tengo que montar reunión a escasos metros de ésta sobre unas roca a la derecha de la goulotte. Dadas las condiciones de largo, con dos fisureros está lista. Recojo cuerda y Antonio sube rápidamente hasta mÃ. Desde ese punto se abren las más hermosas vistas de toda la vÃa, con la Laguna Grande y el circo nevado al fondo. Aprovecho para sacar alguna foto ya que las oportunidades a lo largo de la actividad no han sido muchas.
En esos momentos oigo unas voces desde arriba y al alzar la cabeza compruebo que desde la brecha nos saludan Joserra y los amigos valencianos. Han subido por la ruta normal de la Portilla del Crampón bastante más tarde que nosotros y curiosamente hemos coincidido en la cima. Parece que no hemos sido muy rápidos... Fácilmente Antonio y yo superamos el último largo extremadamente corto y nos alzamos sobre las rocas de la brecha. Tras saludar a los amigos, que ya bajan de la cima, dejamos las mochilas y trepamos hasta las rocas de la cumbre. La cordada valenciana que nos seguÃa ha optado por no atacar la cascada y escalar el espolón rocoso de la derecha. Me temo que después de nuestro paso no debió de quedar mucho hielo sano... Sea como fuere, la cordada ha debido de entretenerse porque ya nos les vemos.
Tras las fotos de la cima agarrados a la cruz y al hito geodésico, contemplar las fantásticas vistas que se abren a nuestros pies y felicitarnos mutuamente con alborozo, recogemos las mochilas y encaramos el descenso flanqueando las Canales Oscuras y destrepando por la Portilla del Crampón. Joserra y los demás ya han comenzado el descenso hacia el refugio y nos les alcanzamos a mitad de recorrido. El sol luce magnÃfico sobre Gredos y la temperatura es alta. Ayudado por la refracción de la nieve, comenzamos a sudar y pronto nos vemos obligados a deshacernos de ropa.
Una vez en el refugio, tras descasar, comer algo y ordenar el equipo, partimos rumbo a Barrerrones para llegar a la furgoneta en la plataforma de Hoyos del Espino cansados y aburridos de patear y de portear todo el equipo. El regreso siempre se me hace largo, pero con la satisfacción interna de haber cumplido el objetivo que anhelábamos, apenas ni me entero.
La verdad es que nos hubiera gustado escalar la Norte del Almanzor en mejores condiciones invernales y habernos encontrado la cascada en todo su esplendor, pero dadas las circunstancias y la altura del año en la que estábamos nos podemos dar con un canto en los dientes. Además, si la vÃa la marcan de AD+ en condiciones adecuadas, creo que el resalte de mixto que tuvimos que superar tal vez estuviera más difÃcil en esa ocasión. Eso sÃ, ¡habrá que volver para hacerla otro año!